miércoles, 5 de septiembre de 2007

UNA VIDA DIFERENTE CERCA DEL RÍO DE LA PLATA

“Puerto Madero es otro mundo, otra vida no parece Buenos Aires”, comentó Mariana Quintar, una joven deportista de San Telmo, que trota todos los días por el parque “Mujeres argentinas” y no deja de asombrarse del paisaje verde y colorido de la zona.
Es el barrio más joven de la ciudad de Buenos Aires, su arquitectura originalmente inglesa, recuerda los años de esplendor del puerto y el imponente puente de la mujer, inaugurado en el 2001 simula un barco moderno y llamativo.
Sus cuatro diques ofrecen hermosos espejos de agua junto a los docks reciclados del antiguo “Nuevo Puerto” y los viejos galpones de hierro y ladrillo color ocre alojan hoy prestigiosos restaurantes, bares, pubs, sedes de empresas, un complejo de cines, la universidad Católica Argentina (UCA), entre otros lugares.
Desde que Juan de Garay fundó Buenos Aires, quienes fueron habitando estas tierras soñaron con un puerto que los comunicara con el mundo. Debieron pasar tres siglos para que ese deseo se concretara.
Entre 1876 y 1886 Eduardo Madero y el Ingeniero Huergo, presentaron dos proyectos; Huergo proponía una serie de dársenas abiertas, en forma de peine y Madero un diseño de diques cerrados, intercomunicados. Este último fue el proyecto que prevaleció y fue aprobado por el Congreso Nacional en 1882. Sin embargo, la vida del puerto fue corta y de a poco la gente abandonó el lugar, hasta que en noviembre de 1989 el ex presidente Menem firmó un decreto de formación de la Corporación Puerto Madero S.A., que en solo cuatro años convirtieron al puerto en uno de los puntos distinguidos de Buenos Aires.
“Sus paredes fueron perdiendo el color, la gente evitaba pasar por el lugar y las ratas se convirtieron en sus habitantes naturales”, argumentó Maximiliano Salinas un empleado que trabaja hace más de 35 años cerca del puerto.
El nuevo tranvía de Puerto Madero, que circula desde la avenida Independencia hasta la avenida Córdoba permite recorrer en 12 minutos un paisaje moderno y elegante.
“Hoy es todo distinto cuando entras a Puerto Madero parece que abandonaste la gran ciudad”, aseguró Pablo Ortiz un cuidador de perros que pasea por los diques, mientras el viento del Río de La Plata lo despeina.

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